Baryonyx

El Baryonyx medía entre 8,5 metros de largo y unos 5 de alto. Probablemente pesaba alrededor de 1,7 toneladas. Aunque los análisis de los huesos sugieren que el ejemplar de Wealden aún no había terminado de crecer en el momento de la muerte, pudiendo llegar a medir 10 metros de largo y pesar 2 toneladas.

Es un terópodo muy inusual; la estructura de su pelvis sugiere que era bípedo cuando se desplazaba de un lugar a otro. Sin embargo, sus miembros delanteros eran absurdamente largos para esta especie, sugiriendo que pasaba mucho tiempo sobre sus cuatro extremidades y la estructura ósea sugiere la existencia de una poderosa musculatura, mayor que en el resto de terópodos.

Al igual que los Dromeosáuridos, el Baryonyx tenía un par de grandes garras curvas, de alrededor de 35 centímetros, pero al contrario que éstos, no se situaban en los pies, sino en las manos. 

El cráneo de Baryonyx es diferente, largo y estrecho, a diferencia del de otros terópodos como el Allosaurus que lo tenían más voluminoso y redondeado, pero se insertaba en ángulo agudo y no recto, común en otros dinosaurios. El largo cuello era muy poco flexible y no tenía la forma en “S” típica de esta especie.  

Las grandes mandíbulas eran parecidas a las del cocodrilo, sus dientes cónicos (96 uds. en total), situándose en la mandíbula inferior un total de 64 piezas, el doble de un carnívoro estándar, disponiéndose la parte superior los más largos. Los dientes pequeños no le servían para cortar, sino para sujetar las resbaladizas presas, como peces. Cuando se excavó el ejemplar ingles en Surrey, tenía muchas escamas de pez Lepidotes en su estómago, casi podríamos asegurar que fue su última comida.

En Igea contamos con restos de maxilar de un ejemplar, pero sin duda, el hallazgo más importante, con relevancia a nivel mundial, son los restos óseos de la pata. Pueden verse la cabeza de fémur, falange distal, metatarsos, fémur, tibia, peroné (fíbula) y falange ungueal del dedo IV (espolón) de una pata izquierda y una cabeza de fémur la derecha. La importancia venía dada, porque hasta aquel momento no se habían encontrado los huesos de las patas, en Londres se expone un esqueleto pero sin esta parte. Así, en julio del 2006 la Dtra. del Departamento de Paleontología del Natural History Museum de Londres, Angela C. Milner, vino al centro para comprobar de primera mano el descubrimiento. Se mostró impresionada por los recursos paleontológicos de La Rioja y declaró que «los restos del dinosaurio Baryonyx de Igea son únicos». 

Pata Baryonyx

La pieza tiene 2,2 metros de altura y presenta una lesión sufrida en vida del dinosaurio, lo que posiblemente dejó al animal una cojera de por vida, que soldó el hueso en forma de "S". Esta peculiaridad, hizo que una réplica del ejemplar encontrado permaneciese durante un año en el Museu Egipci de Barcelona, como parte de la exposición focalizada en casos humanos titulada 'Esqueletsmalalts. Una visió de la malaltia a través del temps'. Sin embargo, dada la singularidad de este caso, hizo que sus responsables la solicitasen como un elemento más para explicar las enfermedades óseas a través del tiempo.